«Desapego es soltar lo viejo, sin que lo nuevo haya llegado aún» — NISARGADATTA

Era demasiado el calor. La ducha apenas arregló nada. No había puertas en los baños; quiero decir en el área de los lavabos. Me miré al espejo. Mis ojeras seguían siendo profundas y azuladas. ¡Qué tercas o qué terca la enfermedad! Regresé a la habitación en busca de alguna prenda más, para lavarla; era necesario aprovechar el buen tiempo. Estaba él dentro, salí en balde al patio, donde le había dejado con la llave. ¿Dormía? Desnudo se cubría con la manta. Era uno con la música, los ojos cerrados. Sin duda, despierto, soñaba. Soñar se le daba bien. Ya me iba, no pensaba tocarlo. «Y yo que estaba esperando por mi hada» -eso me turba. Voy hacia él y me arrodillo a su lado. El beso que nos damos me envuelve. El cabello mojado se liberó de la gamuza de la toalla, la ropa me la quitó él, absorta por sus labios las sensaciones hicieron girar la habitación. Sentí resquicios de mí como conciencia que se nubla, el olvido adentrándose. Era yo en sus manos y algo que amenazaba suceder en su mirada. «Espera un momento» -dijo y se levantó. «No quiero que nadie pueda verte así.» Cerró la puerta con llave y luego dijo: «Quiero que me montes.»

Luego que dijo eso… lo monté y malditamente lo sentí. Primero presentí que malditamente. Luego supe que lo sentí y que eso me salvaba. Pero eso fue después de que él dijera: «No puedo pensar más en monstruos, perdona.» Me levantó lo justo y se sacó su falo de mí con el rostro herido, como quien se equivocó con la paloma equivocada, o yo estuve demasiado emocional y eso hizo lo frágil y el Camino sana… todo era levedad y lo profundo del aire. Me derrumbé en besos sobre sus mejillas y mi voz se hizo susurro tierno en el Tiempo para ser los ecos de su alma. Durante minutos y más minutos ambos musitábamos acariciándonos: «Eres especial, eres muy muy especial.» Y eso era haberlo sentido. Lo verdaderamente maternal, lo nutricio que surge al rescate, del océano urobórico del Amor, de ese mar mítico, con la única vocación de aliviar.

No sé, ¿te ha pasado alguna vez que te recuperabas a ti mismo? ¿que aquello que pensabas que no tenía remedio, tus fibras, eran capaces de conmoverse? Porque sí, sentir yo y la droga habíamos sentido, como una sinergia, imposible sin ella pero solo yo… no y ahí estuve.

Me miré al espejo. Otra vez su barba había dejado feas marcas de rojeces en mi cara. No volví a ducharme, me agradaba su olor en mí. Me arreglé el pelo, casi se había secado. Salgo al exterior, son cerca de las seis de la tarde pero un sol deslumbrante embriaga esa carretera. Lo veo todo como si temblara, como un espejismo y le digo que ya no lavaré la ropa, temo no ir a tener fuerzas, que no se seque. «Hazlo -me aseguró él que escribe y parece satisfecho. En una hora la tendrás lista. Por cierto, hoy estás de guapo subido.» Le sonreí, me sentía ingrávida y pavorosamente feliz pero un momento, te acuerdas que te dije en Logroño que su letra era la de un niño, ¿verdad? Pues lo era, un ‘Peterpan’ y de los crueles, que agarró a esta ‘Campanilla’ al vuelo y, en vez de chuparse el dedo, se metió sus pies y piernas en la boca, para luego tirar de las alas que eran, por supuesto, del mismo polvo que el de las mariposas. Sin tacto o, puede que mucho peor, sin sentimientos: «Si sé que sólo son 8 km me habría ido a Hospital de Órbigo» -dijo. Y me las arrancó, no lo dudes. A su hada, a tu niña, yo, toda una hazaña. Ismael Serrano, ‘Prende la luz’, y la luz se hizo. ¿Te imaginas, ahora, cómo iba a recomponérmelas? Si su destino esquivo quedó unido por aquella bolita perdida a una plaza gallega… su destino elegido lo realizó él en este punto del Camino, así que se arreglase, si es que podía, con el pasado dolor de mis escamas.

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