“La armonía es una fase de la ley cuya expresión espiritual es el amor” — JAMES ALLEN

El peregrino, en la lejanía, experimenta la atracción que ejerce sobre él Santa María de Eunate. Es una construcción octogonal, con una linterna y una espadaña, y con un ábside pentagonal, que está rodeada por una arquería, también octogonal, compuesta por 33 arcos de medio punto, a modo de deambulatorio.

La peregrina había salido de Tiebas esa mañana. Venía recorriendo el camino de Arlés desde Toulouse. Llegaron ella por el tramo aragonés y él por el desvío, al mismo tiempo y se mostraron felicísimos de verse, como si entre ellos fuera a existir una complicidad muy especial. La peregrina se presentó como Alberta Pomme, de Canadá. Él sólo como Hervé de Le Havre. La peregrina, hacía unos kilómetros, en un pueblo llamado Olcoz, había visto en una iglesia una portada muy semejante a esa que a ambos los mantenía tan fascinados.

La iglesia de Olcoz tiene tímpano y en él un crismón. Pero la arquivolta última se conserva en mejor estado y puede verse una salamandra, un hombre con un cáliz del que bebe una serpiente, una harpía, dos canes separados por la cabeza de un monstruo, un apóstol con filacteria, otra harpía, un monje sobre una cabeza con la lengua fuera, y un hombre desnudo que se azota. El peregrino conoce la leyenda pero también conoce el ritual. Hay que descalzarse y dar tantas vueltas como espirales muestran esos hombres de faces barbudas de los capiteles, en una y otra dirección, antes de pasar al interior de la iglesia. La peregrina se muestra encantada. Dice que el suyo quiere que sea un camino instintivo, en el que se manifieste la vida emocional.

Mientras andan sobre la piedra fina, van observando los capiteles de la arquería, en algunos hay demonios, en otros motivos vegetales, en alguno puede intuirse alguna escena del Nuevo Testamento, en otros animales del bestiario.

En el interior una profunda espiritualidad se apodera de ellos. La bóveda, sostenida por ocho nervios que convergen en el centro al modo musulmán, dejaba traspasar luz apenas a través de los lucernarios. El ábside era semi-circular y en las ventanas se abrían vanos. Había una hermosa talla de virgen en majestad con niño. La talla sostenía unas espigas de cereal en la mano. Sus colores eran sobrios. Un entorno de perfecta armonía. Se fijaron en un capitel. Él le dijo a ella que representaba a Salomé bailando entre músicos. Los dos se resistían a irse pero las tripas de ambos terminaron por romper la armonía.

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